Hace unos años, cuando mi hija tenía casi cinco años, le regalaron un jenga. Para mi sorpresa, reconoció el juego enseguida. Lo jugaban en el jardín, me dijo. Por curiosidad, le pregunté las reglas y me dijo «tenés que agarrar una maderita y ponerla arriba, y si se cae perdemos». Resulta que jugaban jenga cooperativo.
Jenga cooperativo
Tiene sentido, si lo pensás: estamos hablando de un jardín de infantes, y no todos los niños van a estar acostumbrados a jugar juegos competitivos, y el objetivo de ponerlos a jugar al jenga es para que desarrollen la motricidad. Pero la verdad es que fue la primera vez que escuché hablar de jenga cooperativo, y me sorprendió. No se me había ocurrido la idea, el jenga es un juego competitivo, ¿por qué lo jugarías cooperativo?
Así que lo probamos cooperativo. De todas formas, si íbamos a incluir a mi otra hija, que tenía sólo dos años en ese momento, no era muy viable jugar de forma competitiva. Y la verdad es que me sorprendió que el juego igual funciona. Es un juego diferente, sí, pero funciona.
Cooperativo contra competitivo en el jenga
La diferencia principal, de la que deriva todo lo que hace que el juego se sienta diferente, es que cuando está jugando otra persona ahora no querés que se caiga la torre. Al contrario, querés que a la otra persona le vaya igual de bien que a vos.
En el jenga tradicional, no te importa qué tan estable queda la torre después de tu jugada. Al contrario, capaz que querés que quede inestable. Que al próximo jugador se le complique. Querés ver cómo se cae la torre, no sólo para que el otro pierda, sino porque si pierde otro, vos no perdés.
Jugando de forma cooperativa, por otro lado, lo que querés es que la torre quede lo más estable posible. Estamos todos del mismo lado, todos intentando que la torre crezca, a ver qué tan alto podemos llegar esta vez, y si capaz que es más alto que la vez pasada. Si tenés una pieza que sale fácil para vos pero le deja complicada la jugada al siguiente, capaz que no lo hacés. Si otro jugador está por hacer algo peligroso, le avisás. Das consejos. En el modo competitivo, estás atento porque querés que el otro jugador pierda. En el modo cooperativo, estás atento porque querés que le vaya bien.
La estructura del juego es la misma: en tu turno, sacás una pieza, y la ponés en el último piso incompleto. El juego termina cuando la torre se cae. Las leyes físicas que gobiernan el juego no cambian. Las reglas del juego no cambian, excepto la condición de victoria. Pero ese cambio chiquito hace una experiencia de juego bastante diferente.
¿Y en otros juegos?
Podrías hacer lo mismo en cualquier juego, en realidad. Dudo que la mayoría funcione igual de bien. No me imagino, por ejemplo, que 1830 sea un juego particularmente divertido jugando cooperativo. Los juegos en general dependen de esa competencia para ser divertidos, y los casos en los que se podría hacer una traducción directa a un juego cooperativo son pocos.
Lo que sí, pensando en cómo podría ser ese 1830 cooperativo, se me vienen a la cabeza líneas de tren perfectamente ordenadas, estaciones puestas de forma de no bloquear el paso, y ninguna bancarrota. Como juego, no sería divertido. Pero en cuanto a lograr el objetivo que supuestamente nos plantea el juego (generar plata a partir de rutas de tren), sería mucho más eficiente.
La vida real
Saliendo un poco de los juegos, esto me hace acordar a aquella idea de los defensores del capitalismo, de que la competencia genera eficiencia. Y no me parece tan claro. De hecho, creo que la evidencia dice lo contrario. ¿Sería más eficiente el tránsito si los conductores lo trataran como una competencia?
Si la competencia generase eficiencia, las empresas lo intentarían, ¿no? No digo competir unas con otras, que eso sí lo hacen (aunque cuando pueden evitarlo, lo evitan), sino internamente. Si la competencia genera eficiencia, ¿por qué no hacen que compitan los distintos sectores de las empresas?
Bueno, resulta que alguien lo probó, y por supuesto, funcionó tan bien como podría esperarse. Edward Lampert, cuando fue CEO de Sears, horrorizado ante la idea de presidir sobre una economía planificada, intentó introducir mercados internos en la empresa. Fomentar la competencia. ¿El resultado? Bueno, ya casi nadie escucha hablar de Sears, a menos que sea en una película vieja.